jueves, 6 de diciembre de 2007

Siguen las malas críticas a Gominolas...


Golosínico clembuterol ¿pasto de peliculeros?
Nico Rey (Teletridente) - Elmundo.es

Cuatro capítulos. Ni uno más. A partir de aquí, como al logopeda del Capitán Alatriste, nunca me cogeréis vivo. Tengo más que suficiente para demostrar a los seres humanos algo que, desde el minuto uno, era obvio. 'Gominolas', ese fallido intento por parte de Cuatro y Globomedia de crear una serie dotada de inteligencia e imaginación (¡joder, no puede ser tan difícil!, ¡afuera hacen 'House' o 'Los Soprano' sin inmutarse y, al igual que aquí, infrautilizan a los pobres guionistas!), viene a ser otra taza de lo mismo.

Historietas de tebeo caducifolio empanadas con el pan rallado de la falsa posmodernidad. El combinado extra especial de la casa: un chorrito de nostalgia ochentera por aquí, otro de melodías pegadizas por allá, más el toque de sal gorda para enriquecer tanto buenrollismo ilustrado. Algo que una vez bebido, dentro de cada estómago, se convierte en doble ración de fuegos artificiales en situación de pre-álmax. O en un ejercicio de ombliguismo que no supera ni el pasmado de Kyle KY en sus noches más locas. Vacuidad catódica. Autobombo.

"¡De los creadores de '7 vidas'!", dijeron, los tíos, en plan discurso hollywoodiense al presentárnosla. Como si por haber creado algo digno te diesen un pasaporte para aburrir de por vida al personal. Así les va. Vergonzante. Pico de audiencia en su primera entrega. Batacazo inevitable en la segunda y tercera. Y en la cuarta, ayer, supongo que éramos dos viendo el capítulo (¡y a mí porque no me quedaba otro remedio!).

Audiencia = un par. Fernando Tejero y yo.

El caso no es exclusivo de 'cuatreros'. Se extiende, de hecho, al resto de cadenas de 'parrilleo' cañí. Basta con apuntar con el mando a distancia y pasearse por la llamada noche de las series españolas. La Uno, La 2, Antena 3, Telecinco... La teleficción española va mal, ya, pero ayuda a comprender, por lo menos, todos y cada uno de los males que asolan a nuestro cine. De modo que no hay mal que por bien no venga. Teleseries y cine caminan juntos en este país, siempre de la mano, ayudándose mutuamente en su eterno plañir. Y si no me creéis, basta con analizar detenidamente los títulos de crédito de esta teleserie en cuestión (mensaje para el buzón de voz de Lluís Homar: "¡Sal de ahí, tío!, ¡huye! ¡No te vendas! ¡Muchos, clan Almodóvar incluido, aún seguimos confiando en ti! ¡Tú eres un actor! ¡No necesitas 'gominolear' tan bajo!)".

¡Malditas conexiones mentales! ¿Pues no me da ahora por revivir, por culpa de estas 'Gominolas' envenenadas, mi agonía en los minutos finales de las últimas pelis de Álex de la Iglesia, un tipo que en otro tiempo fue considerado por muchos como "Uno de los nuestros" (tanto como los Monty Python o Tarantino antes de empacharse de ketchup y de sí mismo). Humor escrito, ésa es la cuestión. Sus 'sketches' y chistes visuales estaban escritos. Reescritos. Patéticamente reescritos. Naturalidad, cero. '800 balas', 'Crimen Ferpecto'... Meditadlo. Sin ninguna frescura. El mal se extiende a la última ola de nuevo viejo cine español. La españolada vuelve a nuestras vidas, pero esta vez no tiene ninguna gracia. Utilizando un paralelismo más que adecuado para el caso: son peta-zetas caducados. No explotan en ninguna boca. Convierte, además, las viejas pelis de Mariano Ozores en un intenso ejercicio de ironía digno del mejor Woody Allen.

Lo dicho. Va a seguir 'Gominolas' a partir de ahora su puñetera madre. Bueno, ella (¡qué culpa tendrá la pobre de que sus hijos saliesen pésimos 'guionistas') y Fernando Tejero. Aparte de algún que otro pervertido profesional. De esos que soportan cualquier hastío con la esperanza puesta en volver a ver los desmesurados pechos de Kira Miró. Mirar es gratis, dirán algunos. Y así nos va. Con dos 'gominolas' pectorales por capítulo basta. Llevamos siglos en la ruina televisiva más absoluta porque mirar es gratis. "Metemos de tapadillo los pezones de la Miró y así nos ahorramos escribir diálogos con un mínimo de gracia. ¿Pa'qué?, ¿pa'cagarla?". Bendito país.

¿Un millón de amigos?
Cecilia García - La Razón

Esta serie hará historia. Es la prueba del nueve mediática de cómo se puede hacer una serie de televisión muy mala con unos actores muy buenos. Con estos guiones no hay forma de que cuadren las cuentas. De ahí que la audiencia huya en desbandada -lástima que no lo hagan los guionistas-, ante la sucesión de situaciones que pretenden ser graciosas y, a los ojos del espectador sólo merecen una mueca como mucho. De la vis cómica de Fernando Tejero y Arturo Valls no hay noticias; del talento de Lluís Homar ni las migajas... Sólo el físico de Kira Miró aguanta el tipo.
Ver el envés de un grupo infantil de éxito al llegar a la madurez, se convierte en «Gominolas» en un purgatorio. Si había buenas intenciones al crearla, han desaparecido en el resultado. Ayer se volvió a insistir en subrayar el patetismo de estos perdedores con la intención de arrancar una sonrisa. Pero no. Lo que funciona en «Aída», aquí se estanca, no fluye la narración, los personajes no logran la empatía del espectador... casi se termina por cogerles manía.
Quizá hayan pecado de un exceso de pretensiones. Sólo hay que fijarse en el título del episodio de ayer: «Yo quiero tener un millón de amigos»... Mucho me temo que no y, si alguna vez lo tuvieron, los están perdiendo. Y es que, una vez más, no estuvieron a la altura de las expectativas.

1 comentario:

Sunne dijo...

Yo solo llegué al primero. y me retiré a tiempo, vi lo suficiente desnuda a la Kira y me fuí contento para toda la temporada.jeje. que seie mas mal planteada


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